viernes, 14 de noviembre de 2008

Extraño en casa.

Supongo que este debería haber sido la primera entrada, ya que en el pretendo explicar el porque del título. Imagino que la mayoría si lo lee sin saber de que va este blog probablemente no entienda nada. Pero lo que está claro es que está, pero que muy relacionado con el hecho de compartir piso.

Yo con mi habitual manía de darle demasiadas vueltas a las cosas, es algo que he sentido demasiado a menudo. Y en todos los pisos compartidos lo he experimentado con mayor o menor frecuencia. No es algo que solo se dé (como es obvio) al principio de la convivencia, ya sabéis como empieza chiste, tres que no se conocen van y deciden compartir piso. Sino que a veces por diferentes circunstancias me ha pasado en pisos en los que llevaba varios años. De hecho es el motivo por el que he decidido dejar alguno de estos.

Al principio no me daba ni siquiera cuenta de que esto sucedía, aunque siempre me había limitado a tirar para adelante como un burro con los ojos tapados para que solo mire al frente. Uno piensa que es normal y que lo obvio es que si vives con desconocidos no puedes sentirte como en casa. Mis dos primeros años no cuentan, el primero porque no sabía ni de donde me venían las hostias, y el segundo porque vivía en un piso con una ex y con un par de elementos, que ya comentaré más adelante cuando empiece la serie sobre taxonomía domestica en piso compartido a la que llamaré el zoo en casa. Pero las cosas evolucionan.

Al principio de los tiempos, de emancipado, me bastaba con mi cubículo para vivir. El primer año iba todos los fines de semana a casa de mis padres a 200 km de la ciudad donde había decidido vivir. Ya sabéis, los papis que se les echa de menos, los colegas con los que has estado años de farra, alguna novieta por ahí... El segundo año mi ex vino a la ciudad también a estudiar, y mi mejor amigo se fue al ejercito, ya no bajaba cada fin de semana, lo hacía cada dos al principio del año académico, cada tres hacía la mitad, y al final cada cuatro. Ese año volvía a mi ciudad a pasar el verano trabajando en una fábrica gracias a a que mi madre me enchufó. Aún no sabía que sería el último que pasaría en casa de mis padres.

Extraño en casa, ¿curioso verdad? Yo tengo una imagen bastante clara de cuando empezó a suceder esto claramente. Fue el año que me recoloqué en la vida y analicé mis experiencias de nuevo. Yo no estaba para tonterías (tontás que dirían algunos amigos) y tenía una compañera de piso que merece una entrada o más para ella sola. Digamos por resumir en una pequeña descripción: "desequilibrada de los cojones". Yo ya había traído mi moto y después de un período de currar como mensaka había cogido otro puesto de conductor pero esta vez de coches. Por la mañana iba a clase bien tempranito, comía a toda leche y me iba al aeropuerto a trabajar hasta las diez de la noche. Y cuando iba camino a casa siempre me pasaba que no me apetecía llegar así que justo antes me desviaba y me quedaba en el bar de siempre haciendo tiempo con gente a la que solo conocía de ahí y que jamás hubiera invitado a mi casa. Poco a poco me di cuenta de que el verdadero motivo por el que hacía esto era para llegar a casa cuando mis compañeras se fueran a dormir para no toparme con la que llamaré cariñosamente para que nos entendamos, "la desequilibrada de los cojones" y su amiguita. ¡Coño! ¡Me había convertido en un extraño en mi casa! y ya llevaba casi dos años en ese piso... Creerme que me sentí muy jodido. Cuatro años fuera de casa de papa y mamá sin ninguna intención de volver y a lo único que podía llamar hogar se había convertido en un sitio que quería evitar a toda costa sacrificando horas de sueño y de descanso.

Así que pasé algunos meses más en ese piso rumiando la idea de que si no pensaba en volver con mis padres, y que necesitaba sentir un sitio como hogar. Poder decir mi casa sin notar la sensación de estar siendo un hipócrita. Una idea terminó formándose y una especie de determinación se instaló de tal forma que en el caso de los pisos compartidos me ha guiado más o menos hasta ahora. La decisión estúpida de intentar encontrar un hogar en un piso compartido o en su defecto crear lo más parecido. Esto no es posible si no consideras a tus compañeros de piso como una familia para el funcionamiento. Y encima pensaba que era una buena idea...

Moraleja: si tu piso compartido funciona como una familia intenta ser desde el principio el hijo pequeño, porque como te toque el papel de padre/madre date por jodido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que mas me ha gustado es la descripcion de tu perfil, sobre todo la frasecita de quien dice carrera dice paseo. Como te entiendo.....

Unknown dijo...

juas....

vaya, estas juntando dos sentimientos opuestos, casi me da por llorar y me he partido la poll*.
los que salimos de nuestra casa.
vamos con buenas intenciones y nos la clavan.

Anónimo dijo...

Estoy ansioso por leer el siguiente post, no tardes mucho en escribirlo.