viernes, 19 de diciembre de 2008

LA CASA DEL MULTIVERSO AZUL

Con todo lo vivido estos años, puedo decir que es la casa en la que he tenido una experiencia más surrealista de todas las que he habitado. No solo porque el Kukaratxo vivíera en el salón, y su armario fuera un carrito robado del Mercadona. De los de moneda ojo que en los nuevos solo cabrían los calzoncillos. Y tampoco porque el resto de personajes que la habitara fuera mucho más normal. Por ejemplo estaba el polaco. Un tio de 1,75 de alto y 2 metros de anchura de espalda. Con la cabeza completamente afeitada y que (lo juro) había visto lavarse el pene en la pila del baño antes de quedar con una chica por si acaso. Tenía una expresión y compostura de alguien que te puede arrancar las piernas y apalearte con ellas, pero no he conocido a nadie más amable y sobre todo ñoño con las chicas. Hay que joderse.... Como positivo, es que saliendo de fiesta con él, jamás nos metimos en una pelea, es más cuando entrabas a un bar y la gente se daba la vuelta para mirar, inmediatamente encontraban que el fondo de sus vasos era lo más interesante que habían visto en su vida. Y luego estaba la máscara de hierro (por los pircings faciales). Ya aparecerá en siguientes entradas.

Pero creo que lo realmente extraño, lo que hacía que ocurrieran las cosas que ocurrián, y que atrajera a las personas que atraía (no solo los que vivíamos ahí sino también todas las "visitas"). Era la configuración per se de la casa. Era (y es) una casa vieja, muy muy muy vieja. En un viejo pueblo absorvido por la ciudad hace décadas, pero que se resiste a abandonar ese caracter de pueblecito. Una casa de una sola altura, nos encantaba porque nadie vivía abajo. La primera planta era de un viejo, que la estaba arreglando poco a poco pero que vivía en otro sitio. Como lo hacía casi todo él solo, casi no molestaba.

La casera era, si cabe, aún más extraña que la propia casa. Ahora mismo no recuerdo si se llamaba Mila o ese era el nombre del pequeño terrier que siempre la acompañaba. El pequeño bastardo correteaba por toda la casa cagando y meando, además de robar la comida que podía. Encima teníamos que poner buena cara, porque casi nunca pagabamos el alquiler a tiempo y para la casera aquél hijodeputa de cuatro patas era como un hijo. Además sabíamos por gente que la conocía que era cocainómana esto era una certeza. Y la certidumbre es que casi siempre que venía a casa a cobrar el alquiler iba hasta las cejas.

Una de las características que más miedo daba era que si te ponías en un extremo de la casa y mirabas acachandote un poco, podías ver que el suelo estaba completamente combado, hacía abajo. Y cuando caminabas por el pasillo (por llamarlo de algún modo) que dividía la casa en dos, temblaban todas las paredes. ¡Y en esta casa hemos llegado a estar más de 70 personas en una fiesta! No se como aguantó...

Y como regalo de navidad unas cuantas fotos de la casa


Foto de la galería/salón2/pasillo despues de una fiestecita...






Nuestra super cocina.


El polaco.

Moraleja: si el tio que te propone compartir piso tiene más piercings en la cara que agujeros anatomicamente correctos en ella, sostiene un porro y lleva rastas. Luego no te quejes de la vida ahí sea rara.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El Kukaratxo

Ante todo pido disculpas por estos días que no he escrito. He tenido un pequeño problema de comprensión, es decir los "amigos" de ONO. No comprenden que aunque no les haya podido pagar a tiempo, yo sigo necesitando internet.

Para compensar hoy os hablaré del mayor personaje de los que he tenido como compañeros de piso. Si amigos, se trata de Javi aka "El Kukaratxo", aka "Kreator", aka "El que vive en el salón". Primero os pongo una foto para que lo vayais conociendo y ahora entramos en materia.



Este es Javi, y aunque hacía muchos años que nos conocíamos yo tenía bastante claro que no quería compartir piso con él. Ya sabes, todos tenemos ese colega al que queremos un montón pero mataríamos si tuvieramos que compartir baño más de cinco días seguidos. ¿Porque Kukaratxo? Eso viene de una vieja broma, una vez que me dio por hacer de casamentera con una amiga. Cuando me pidió que le describiera solo me vino a la cabeza la imagen del bar en el que trabajaba. Siempre vestido de negro (o se es jervi o no se es jejeje) pequeñito y corriendo de un lugar a otro. Blanco y en botella. Lo de Kreator no lo llegué a enter mucho nunca pero viene de un grupo de música Heavy.

Y lo otro, bueno lo otro viene de como empezamos a compartir piso la primera vez. Si, la primera vez, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra o eso dicen.

Cuento la historia, mi amigo Javi tuvo unos problemillas (que darían y darán para otro post) en el piso en el que habitaba. Como buen amigo le dije: "¡Tio! ¡Te conozco y ni harto de vino te diría que vivieras conmigo! Pero puedes quedarte en mi casa unos dias hasta que encuentres otro piso." Mal, muy mal. En aquel tiempo yo vivía en la casa del Multiverso Azul, que por aclamación popular ocupará el siguiente post que ponga. Esta casa tenía un efecto extraño, yo no he vivido en un cuchitril peor (eso es muuuuuucho decir) pero por algún motivo todo el mundo quería quedarse.

Así que el bueno de Javi se vino para unos días mientras encontraba un piso para compatir. Cuando ya llevaba cinco semanas ocupando el salón, le pedimos que pagara su parte de alquiler. Y cuando llevaba dos meses, y visto lo visto, le propusimos que si quería quedarse que podía. Vivía en el salón, que curiosamente yo ocupé durante casi 2 meses mientras encontraba una cama ya que la casera solo daba largas. La zumbada de la casera ya tendrá su espacio más adelante. Así que como accedió y nosotros eramos estudiantes pelaetes de pasta, a los que dividir el precio del piso entre cuatro en lugar de tres les venía de perlas, pues como para pensarselo. Básicamente en aquella época eso suponía unas cuantas cervezas los fines de semana y quizás 10 euretes más para fumar. Bueno creo que este tema va a dar para bastante más y hoy estoy muy cansado. Así que me limito a subir una última foto de la "habitación" de Javi, otro dias os cuento más cosas.



Moraleja: al final un colega es un colega, por mucho que a veces te gustaría colgarlo de los pulgares.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Extraño en casa.

Supongo que este debería haber sido la primera entrada, ya que en el pretendo explicar el porque del título. Imagino que la mayoría si lo lee sin saber de que va este blog probablemente no entienda nada. Pero lo que está claro es que está, pero que muy relacionado con el hecho de compartir piso.

Yo con mi habitual manía de darle demasiadas vueltas a las cosas, es algo que he sentido demasiado a menudo. Y en todos los pisos compartidos lo he experimentado con mayor o menor frecuencia. No es algo que solo se dé (como es obvio) al principio de la convivencia, ya sabéis como empieza chiste, tres que no se conocen van y deciden compartir piso. Sino que a veces por diferentes circunstancias me ha pasado en pisos en los que llevaba varios años. De hecho es el motivo por el que he decidido dejar alguno de estos.

Al principio no me daba ni siquiera cuenta de que esto sucedía, aunque siempre me había limitado a tirar para adelante como un burro con los ojos tapados para que solo mire al frente. Uno piensa que es normal y que lo obvio es que si vives con desconocidos no puedes sentirte como en casa. Mis dos primeros años no cuentan, el primero porque no sabía ni de donde me venían las hostias, y el segundo porque vivía en un piso con una ex y con un par de elementos, que ya comentaré más adelante cuando empiece la serie sobre taxonomía domestica en piso compartido a la que llamaré el zoo en casa. Pero las cosas evolucionan.

Al principio de los tiempos, de emancipado, me bastaba con mi cubículo para vivir. El primer año iba todos los fines de semana a casa de mis padres a 200 km de la ciudad donde había decidido vivir. Ya sabéis, los papis que se les echa de menos, los colegas con los que has estado años de farra, alguna novieta por ahí... El segundo año mi ex vino a la ciudad también a estudiar, y mi mejor amigo se fue al ejercito, ya no bajaba cada fin de semana, lo hacía cada dos al principio del año académico, cada tres hacía la mitad, y al final cada cuatro. Ese año volvía a mi ciudad a pasar el verano trabajando en una fábrica gracias a a que mi madre me enchufó. Aún no sabía que sería el último que pasaría en casa de mis padres.

Extraño en casa, ¿curioso verdad? Yo tengo una imagen bastante clara de cuando empezó a suceder esto claramente. Fue el año que me recoloqué en la vida y analicé mis experiencias de nuevo. Yo no estaba para tonterías (tontás que dirían algunos amigos) y tenía una compañera de piso que merece una entrada o más para ella sola. Digamos por resumir en una pequeña descripción: "desequilibrada de los cojones". Yo ya había traído mi moto y después de un período de currar como mensaka había cogido otro puesto de conductor pero esta vez de coches. Por la mañana iba a clase bien tempranito, comía a toda leche y me iba al aeropuerto a trabajar hasta las diez de la noche. Y cuando iba camino a casa siempre me pasaba que no me apetecía llegar así que justo antes me desviaba y me quedaba en el bar de siempre haciendo tiempo con gente a la que solo conocía de ahí y que jamás hubiera invitado a mi casa. Poco a poco me di cuenta de que el verdadero motivo por el que hacía esto era para llegar a casa cuando mis compañeras se fueran a dormir para no toparme con la que llamaré cariñosamente para que nos entendamos, "la desequilibrada de los cojones" y su amiguita. ¡Coño! ¡Me había convertido en un extraño en mi casa! y ya llevaba casi dos años en ese piso... Creerme que me sentí muy jodido. Cuatro años fuera de casa de papa y mamá sin ninguna intención de volver y a lo único que podía llamar hogar se había convertido en un sitio que quería evitar a toda costa sacrificando horas de sueño y de descanso.

Así que pasé algunos meses más en ese piso rumiando la idea de que si no pensaba en volver con mis padres, y que necesitaba sentir un sitio como hogar. Poder decir mi casa sin notar la sensación de estar siendo un hipócrita. Una idea terminó formándose y una especie de determinación se instaló de tal forma que en el caso de los pisos compartidos me ha guiado más o menos hasta ahora. La decisión estúpida de intentar encontrar un hogar en un piso compartido o en su defecto crear lo más parecido. Esto no es posible si no consideras a tus compañeros de piso como una familia para el funcionamiento. Y encima pensaba que era una buena idea...

Moraleja: si tu piso compartido funciona como una familia intenta ser desde el principio el hijo pequeño, porque como te toque el papel de padre/madre date por jodido.

jueves, 13 de noviembre de 2008

¡Vaya día para empezar un blog! 13 de septiembre... En fin, que tampoco va a cambiar nada a estas alturas en las que ya no creo en la suerte, aunque si en el mal de ojo. Si no algunas situaciones serían inexplicables. Aclaro que si existe un dios no creo que se preocupe de andar puteandome, sería un poco patético por su parte intentar matar su aburrimiento cósmico con el grupito de células que me compone.

Empiezo por el principio porque parece más sencillo, pero no siempre es así. Como todos los estudiantes que se marchan de su ciudad a otra para estudiar me fui con la mochila llena de buenas intenciones pero vacía de conocimiento. No tenía ni idea de hasta que punto te puede cambiar la vida decidir con quien vas a convivir. Con las miras puestas únicamente en las clases la búsqueda de donde vivir me parecía un problema menor. Que valiente es la ignorancia. Así que en lugar de ponerme a buscar con tiempo lo hice en el último momento. Cogí un tren a primera hora, una mochila con un libro para el camino y un bloc para apuntar lo que me interesara. Solo tenía ganas de largarme de mi pequeña e industrial ciudad. Entrar en esa vida que imaginaba en la universidad (Nota del Autor: demasiadas novelas).

El día anterior todo parecía fácil, llegaría cogería unos números de teléfono y vería unas casas. En el tren ya fui dándome cuenta de que a lo mejor era tarde, (septiembre empezado) de que no tenía ni puñetera idea de por donde empezar a buscar, (la gente aún no ponía anuncios en internet) y que casi ni sabía que metro tenía que coger para llegar a la zona de la facultad. Además tenía que calcular bien el tiempo ya que tenía que volver a tiempo de coger el tren de vuelta, no tenía ni sitio donde dormir, ni pasta para pagarme una pensión.

Efectivamente no encontré muchos números de teléfono, de los que encontré ya estaban ocupadas las habitaciones o no contestaban al teléfono. Empecé a agobiarme y a pensar que tendría que coger lo primero que me ofrecieran. Y así fue.

Mi primer piso,

Tipo: semi-colegio-mayor-tipo-pensión-cutre
Tamaño: grande (dos pisos juntos) 8 habitaciones.
Estado: semi-viejo.
Nº de habitantes: 8.
Precio: 50.000 ptas (antes del euro) por mi cubículo.
Extras: A/C en el salón. Canal + pagado a escote. Teléfono de monedas.

Este piso que no tuve más remedio que coger era algo parecido a una cutre-pensión, por mucho que la dueña se empeñara en llamarlo colegio mayor. En las 50000 pesetas entraba comida (si a eso se le puede llamar comida), limpieza (derecho a que te barrieran y fregaran el suelo de la habitación los viernes) lavado de la ropa (de una semana para otra, en la que te devolvían las camisetas y toallas con una increíble textura de cartón-piedra) hay que tener en cuenta que las habitaciones en piso compartido en esa época oscilaban entre las 12.000 y las 25.000 pesetas los de lujo. Eran dos pisos juntos con unas mínimas reformas. La señora nos llevaba la comida y la cena (que preparaba en su casa) seis días a la semana. Los sábados por la mañana dejaba la comida del medio día preparada y comida rápida (huevos, salchichas pizzas congeladas y demás) para que cenáramos el sábado y comida/cena del domingo. Lo que no entiendo, ni entenderé, es como algunos estuvieron en ese piso más de cinco años. Bueno está quedando un poco largo, así que dejaré para otro momento el análisis de los componentes.

Moraleja: busque, compare y si encuentra algo mejor, compártalo.